jueves, 8 de septiembre de 2011

Ungimiento y amistad con Saúl

Cuando Dios rechazó a Saúl como rey de Israel, David le fue revelado a Samuel como su sucesor, y por ello el profeta lo ungió en Belén sin ninguna ostentación (1 Samuel 16:1-13).
Uno de los resultados del rechazo de Saúl fue que el Espíritu de Dios se retiró de él, provocando como consecuencia una gran depresión en su propio espíritu. Se advierte una impresionante revelación del propósito divino en la providencia por la cual David, destinado a reemplazar a Saúl en el favor y los planes de Dios, es elegido para socorrer al rey caído en sus momentos de melancolía (1 Samuel 16:17-21). De esta manera, la vida de estos dos hombres estuvo íntimamente ligada.
Saúl nombró a David como su paje de armas o escudero. Luego el conocido incidente con Goliat, el campeón filisteo, lo cambió todo (1 Samuel 17).
La agilidad y habilidad de David con la honda le permitió vencer al fuerte y pesado gigante, cuya muerte fue la señal para la derrota por parte de Israel de las fuerzas filisteas. Quedó abierto el camino para que David hiciera suya la recompensa prometida por Saúl: la mano de la hija del rey, y liberación de impuestos para toda la familia de su padre. Pero un factor inesperado cambió el curso de los acontecimientos: los celos que sintió el rey ante el nuevo campeón de Israel. Cuando David regresaba, después de haber matado a Goliat, las mujeres israelitas le dieron la bienvenida cantando “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles”. Saúl, a diferencia de su hijo *Jonatán en una situación parecida, se sintió herido y, se nos dice, “desde aquel día no miró con buenos ojos a David” (1 Samuel 18:7, 9).

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